sábado, 7 de julio de 2007

Por qué este blog


Cuando yo tenía seis años vi una vez una lá­mina magnífica en un libro sobre el Bosque Virgen que se llamaba «Historias Vividas». Representaba una serpiente boa que se tragaba a una fiera. He aquí la copia del dibujo.
El libro decía: «Las serpientes boas tragan sus presas enteras, sin masticarlas. Luego no pueden moverse y duermen durante los seis meses de la digestión.»
Reflexioné mucho entonces sobre las aventuras de la selva y, a mi vez, logré trazar con un lápiz de color mi primer dibujo. Mi dibujo número 1. Era así:


Mostré mi obra maestra a las personas mayores y les pregunté si mi dibujo les asustaba.
Me contestaron: «¿Por qué habrá de asustar un sombrero?»
Mi dibujo no representaba un sombrero. Repre­sentaba una serpiente boa que digería un elefante. Dibujé entonces el interior de la serpiente boa a fin de que las personas mayores pudiesen com­prender. Siempre necesitan explicaciones. Mi di­bujo número 2 era así:

Las personas mayores me aconsejaron que de­jara a un lado los dibujos de serpientes boas abier­tas o cerradas y que me interesara un poco más en la geografía, la historia, el cálculo y la gramá­tica. Así fue como, a la edad de seis años, aban­doné una magnífica carrera de pintor. Estaba desalentado por el fracaso de mi dibujo número 1 y de mi dibujo número 2. Las personas mayores nunca comprenden nada por sí solas y es cansador para los niños tener que darles siempre y siempre explicaciones.
Debí, pues, elegir otro oficio y aprendí a pilo­tar aviones. Volé un poco por todo el mundo. Es cierto que la geografía me sirvió de mucho. Al primer golpe de vista estaba en condiciones de distinguir China de Arizona. Es muy útil si uno llega a extraviarse durante la noche.
Tuve así, en el curso de mi vida, muchísimas vinculaciones con muchísima gente seria. Viví mu­cho con personas mayores. Las he visto muy de cerca. No he mejorado excesivamente mi opinión.
Cuando encontré alguna que me pareció un poco lúcida, hice la experiencia de mi dibujo nú­mero 1, que siempre he conservado. Quería saber si era verdaderamente comprensiva. Pero siempre me respondía: «Es un sombrero.» Entonces no le hablaba ni de serpientes boas, ni de bosques vír­genes, ni de estrellas. Me colocaba a su alcance. Le hablaba de bridge, de golf, de política y de corbatas. Y la persona mayor se quedaba muy sa­tisfecha de haber conocido a un hombre tan razo­nable.


(Antoine de Saint Exupéry, en "El principito")











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